viernes, 21 de noviembre de 2008
BATALLA DE BRIÓN
En Gran Bretaña se fragua un ataque contra España para debilitar el creciente poder surgido de la unión de esta potencia con Francia.
Las órdenes de la flota inglesa son causar el mayor daño posible a las instalaciones y escuadras españolas que se encuentren en su singladura. La posibilidad de destruir el arsenal de Ferrol daría una clara ventaja a los ingleses al dejar a España sin el mejor establecimiento naval de la época.
La fuerza expedicionaria enviada a Ferrol, con intención de desembarcar allá, constaba de aproximadamente cien barcos, de los cuales unos veinte eran de guerra (navíos de línea, fragatas y bergantines) y el resto de transporte. Entre marinería, infantes, artilleros y fusileros, el contingente embarcado ascendía a unos 15.000 hombres
Hacia el mediodía del 25 de agosto de 1800 los vigías de la costa alertaron de la cercanía de una escuadra con pabellón francés, que les hizo sospechar que podría tratarse de una argucia británica para aproximarse a la costa haciéndose pasar por sus aliados. Sin embargo las autoridades portuarias, entre ellas el comandante general del Departamento, Francisco Melgarejo, más pendientes de los festejos de la onomástica de la reina María Luisa de Parma, no le dieron importancia al asunto, pues por aquellas fechas era frecuente en la zona el tránsito de barcos de guerra.
Por el contrario, el comandante de la flota estacionada, Teniente General Juan Joaquín Moreno, acudió a verificar la información, y él mismo observó entonces cómo fondeaban los británicos en las playas de Doniños y San Justo, y a continuación destruían la artillería defensiva española más cercana. Desembarcaron luego unos 10.000 hombres aproximadamente, básicamente siete regimientos de infantería y un cuerpo de fusileros, mas 16 cañones de campaña.
Lo primero que hizo Moreno fue marchar a su buque insignia, el Real Carlos, y ordenar desembarcar en El Vispón a unos 500 infantes de marina, que a continuación tomaron posiciones en Brión y La Graña. A ellos se sumarían poco después unos pocos soldados más enviados por el general Melgarejo, ya puesto al corriente de la situación por el Teniente General.
Otras medidas tomadas por Moreno fueron alejar sus barcos de las posiciones enemigas, instalar artillería en el Castillo de San Felipe y situar lanchas cañoneras en la bocana de la ría para impedir una posible entrada de buques británicos. Además, reforzó el contingente apostado en la La Graña con 200 marineros más. Melgarejo avisó a las guarniciones cercanas, y a las cinco de la tarde partió hacia el frente la División de Granaderos y Cazadores de Jubia, que arribaría a Catabois al anochecer.
Los británicos marcharon rodeando por ambos lados la Laguna de Doniños. Cuando ya caía la noche, en las alturas de La Graña encontraron resistencia de los españoles, que no duró mucho, ya que dada su inferioridad numérica se retiraron y refugiaron en el pueblo. Sin embargo esto retardó a los hombres de Pulteney, quien no se atrevió a ocupar Brión con la oscuridad.
Al amanecer del día 26, el mariscal de campo Conde de Donadío, quien ostentaba interinamente el mando militar de la plaza, quiso cortar al enemigo el acceso a Ferrol por el norte. Por ello, al frente del Batallón de Orense, tomó posiciones desde Serantes a Balón. Además, las fuerzas de La Graña, que se reorganizaron durante la noche, habían vuelto a subir a Brión. El combate se reanudó cuando la División de Jubia, sin esperar órdenes, cargó contra el flanco izquierdo británico. A pesar de que sólo disponía de unos 1.500 hombres más, a Donadío no le quedó entonces más remedio que ordenar un ataque general.
Los españoles repelieron por dos veces el empuje de los anglosajones, pero finalmente perdieron La Graña y Balón, y a la postre tuvieron que replegarse hacia Ferrol. Sólo el Castillo de San Felipe, gracias a sus dos piezas de artillería y a las lanchas cañoneras, así como al fuego abierto desde el fuerte de La Palma (en la orilla opuesta), resistió la ofensiva.
La batalla parecía decantarse hacia el lado británico, que dada su gran ventaja podía ahora avanzar definitivamente hacia Ferrol y conqustarla. Sin embargo, a pesar de su escaso número, los defensores habían opuesto una resistencia mayor de la esperada por Pulteney, quien había previsto ejecutar una operación rápida que sorprendiera al enemigo y que se saldara con escasas bajas propias. Además tuvo noticia de que acudían más refuerzos desde Mugardo y otros sitios. Por todo ello calculó mal el potencial del rival y pensó que se enfrentaba a una cantidad mayor de fuerzas que las que realmente se encontraban en el lugar. Y habiendo perdido ya la capacidad de sorpresa, y ante el temor de sufrir demasiadas bajas, el general resolvió retirarse y reembarcar.
Hacia las 11 de la mañana los británicos iniciaron el repliege hacia la costa, y en torno a las 2 de la tarde comenzaron a subir a las naves.
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