martes, 31 de marzo de 2009

Piratas españoles



Benito Soto Aboal

La aventura de uno de los pocos piratas españoles que alcanzaron fama mundial pero que pasó a la historia como uno de los más sanguinarios, sino el que más, comenzó en el bergantín brasileño El Defensor de Pedro, que partió de Río de Janeiro en 1823. Tras un motín, Soto Aboal abandonó al capitán de la nave en tierras africanas y se lanzó a la piratería, siendo su primera víctima la fragata mercante Morning-Star, de bandera inglesa. Habiendo saqueado la nave y asesinado a casi todos sus ocupantes, puso rumbo al Norte, hacia las islas portuguesas Azores, cometiendo varios abordajes más. Su segunda víctima fue la fragata norteamericana Topacio que provenía de Calcuta con un rico cargamento a bordo. La misma fue abordada, saqueada e incendiada, después de masacrar a gran parte de su pasaje. En viaje a las islas Cabo Verde, Benito de Soto abordó un segundo bergantín inglés, al que también hundió y ocho días después, cerca del archipiélago de las Canarias asaltó la fragata Sumbury de la misma nacionalidad, que viajaba a Saint Thomas, acribillando a su tripulación.

Poniendo proa nuevamente a las Azores De Soto abordó de manera sangrienta un buque portugués procedente de Río de Janeiro y en viaje de regreso a España, asaltó el Cessnock, también lusitano y el bergantín inglés New Prospect. Las dos embarcaciones, en especial la británica, fueron víctimas de la terrible crueldad del pirata, así como también, la de su segundo en el mando, Víctor Barbazán.

Tras asesinar a tres de sus compañeros, por considerarlos poco leales, llegaron a puerto en La Coruña y, fingiendo uno de los piratas ser el legítimo capitán, vendieron la mercancía.

Seguidamente, el barco (entonces ya renombrado "Burla negra") se dirigió a las costas de Cádiz, donde planeaban deshacerse de él para retirarse y disfrutar de las ganancias. Sin embargo, al divisar el faro de la Isla de León lo creyeron el de Tarifa, y terminaron embarrancados a corta distancia de Cádiz. Tras un periodo inicial de confusión, la expectación generada provocó que fueran descubiertos, y diez miembros de la tripulación fueron ahorcados en la ciudad andaluza. El capitán Soto, por su parte, tras huir a Gibraltar, fue igualmente hecho preso y condenado a muerte en la horca en la colonia británica, por la ejecución u ordenamiento de 75 asesinatos comprobados y 10 embarcaciones saqueadas o hundidas

El Capitán Jonnia
En 1821 obernaba una veloz goleta equipada con 40 hombres armados con mosquetes, sables, trabucos, cuchillos, dagas y dos carronadas, una de doce libras, la otra de seis. Llevaban a bordo a tres negras mejicanas. Estos piratas abordaron y saquearon la goleta Exertion de Boston el 17 de diciembre de 1821, en un considerable estado de embriaguez. Llevaron a la presa a Príncipe, en la isla de Cuba. Los piratas les quitaron a sus prisioneros hasta la ropa, pero entregaron al capitán como regalo de despedida un elemplar de Libro familiar de oraciones del Reverendo Brooks. Los prisioneros fueron abandonados en un pequeño puerto de manglar, pero finalmente huyeron. Jonnia y algunos de sus hombres fueron capturados por un buque inglés y llevados a Kingston, Jamaica, donde se les ahorcó

domingo, 8 de marzo de 2009

Algunas curiosidades mas...



El origen de la palabra "bigote"

Los soldados alemanes que llegaron a España con Carlos V (siglo XVI), acostumbraban saludar llevándose los dedos sobre el labio superior a la vez que gritaban:¡ Bei Gott! ( ¡Viva Dios!), los españoles de entonces creyeron que aquel era el nombre de los mostachos o pelos sobre la boca.


Me ha costado un "ojo de la cara"

¿Cuántas veces habremos dicho que algo nos ha costado un ojo de la cara? pero¿de dónde proviene dicha expresión?

En el siglo XVI, durante las expediciones para explorar y conquistar “las Indias”, el conquistador manchego Don Diego de Almagro perdió un ojo por culpa de una flecha en el asedio de una fortaleza Inca. Al regresar a España se presentó ante el rey Carlos I y al despachar sobre la acometida en las nuevas tierras de la corona Don Diego se lamentó que:

"El negocio de defender los intereses de la corona le había costado un ojo de la cara".

Se supone que insistió tanto en el hecho de haber perdido el ojo que pronto esta frase se difundió rápidamente entre la corte, los soldados y el pueblo, llegando así hasta nuestros días.