viernes, 1 de abril de 2011

Jerónimo de Ayanz y Beaumont


militar, humanista, pintor, compositor, cosmógrafo y mecenas navarro que vivió a caballo de los siglos XVI y XVII, fue además un un ingenioso inventor que aportó soluciones innovadoras e imaginativas a problemas que aparecían en ocupaciones como la minería, la navegación o el transporte. Fue una persona de muy amplia formación técnica y humanística, y abordó cuestiones que hoy situaríamos en diferentes especialidades: mecánica, hidráulica, neumática, etc.

Fue el precursor del uso y diseño de máquinas de vapor, mejoró la instrumentación científica, desarrolló molinos de viento y nuevos tipos de hornos para operaciones metalúrgicas, industriales, militares e incluso domésticas. Inventó una campana para bucear e incluso llegó a diseñar un submarino. Pero su obra más destacada fue haber inventado la máquina de vapor, ya que registró en 1606 la primera patente de una máquina de vapor moderna,lo que entonces se llamaban “privilegios de invención”.

Ayanz inventó muchas cosas: una bomba para desaguar barcos, un precedente del submarino, una brújula que establecía la declinación magnética, un horno para destilar agua marina a bordo de los barcos, balanzas “que pesaban la pierna de una mosca”, piedras de forma cónica para moler, molinos de rodillos metálicos (se generalizarían en el siglo XIX), bombas para el riego, la estructura de arco para las presas de los embalses, un mecanismo de transformación del movimiento que permite medir el denominado “par motor” es decir, la eficiencia técnica, algo que sólo siglo y pico después iba a volver a abordarse. Hasta 48 inventos le reconocía en 1606 el “privilegio de invención” (como se llamaba entonces a las patentes) firmado por Felipe III. Uno de los inventos más llamativos fue el de un traje de buceo. La primera inmersión de un buzo documentada ocurrió en el río Pisuerga, en Valladolid, y el propio Felipe III asistió al acontecimiento desde su galera, junto con miembros de la corte.

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