la Silla de Felipe II no fue un lugar donde el monarca contemplaba la construcción de su monasterio sino algo muy diferente: un altar de sacrificios vettón, de origen celta, del siglo IV a.C.
Felipe II,en 1570 compró "El carro de heno" para colgar en El Escorial. Perseguía por Europa todas las obras del Bosco que pudiera adquirir, ya que le gustaba mucho el estilo del pintor flamenco. De esta manera consiguió para su monasterio la propiedad de “El jardín de las delicias” y la “Mesa de los pecados capitales", la cual era una de las obras preferidas del rey, que llegó a colgar en su dormitorio en 1574.
En el monasterio se albergan más de 7000 reliquias. Incluso se dice que en su colección existen nada menos que 7.422 reliquias de lo más variadas. Se pueden encontrar desde la cabeza de san Hermenegildo a la grasa y algunos huesos de san Lorenzo, así como despojos de vírgenes, santos y mártires distribuidos en relicarios ubicados en altares, y a lo largo de todo El Escorial como instrumentos de protección. Con todos los huesos se podían recomponer 10 cuerpos enteros de santos, 144 cabezas y 306 brazos y piernas. La fe en las reliquias del monarca fue tanta que llegó a introducir el cuerpo del monje incorrupto Diego de Alcalá en el lecho de su hijo, el príncipe Carlos, que salió de su agonía al cabo de un mes, abriendo las puertas de la santidad al fraile franciscano fallecido un siglo antes. Mención aparte merece la milagrosa hostia incorrupta de El Escorial, con tres agujeros en su interior debidos a la bota de un soldado cuando la pisoteó en Gorcum (Holanda) en 1572, manando sangre por ellos al instante. Hoy puede ser vista tan sólo dos días al año: cada 29 de septiembre y 28 de octubre durante su solemne exposición en la basílica del monasterio. Felipe II contaba, en su nutrida colección de reliquias, con su propia copia a escala de la Sábana Santa de Turín, de 32 cm. fechada en 1590, una reproducción exacta que puede ser contemplada aún en sus aposentos del monasterio de El Escoria.
Los perros negros: Uno de los episodios más enigmáticos que tuvieron lugar mientras se construía El Escorial ocurrió en el año 1577. Los monjes franciscanos aseguraban ver a un perro negro que daba portentosos saltos a la luz de la luna. Y sus aullidos de ultratumba eran claramente audibles.
También se oían en los subterráneos del monasterio, bajo los aposentos de Felipe II. El padre Villacastín -y tres monjes más- comprobaron que se trataba en realidad de un perro negro al que sujetaron con un collar y que pertenecía a un personaje de la Corte. El monarca entonces toma una decisión drástica y casi inexplicable: lo manda ahorcar de una de las ventanas del monasterio a la vista de todo el mundo, donde permaneció colgado hasta pudrirse.
Se rumoreó que el perro era Can Cerbero, el mitológico monstruo que protegía el acceso al Averno. El escritor Ricardo Sepúlveda contaba en 1888 que el perro negro se dejó ver en los momentos claves de la vida de Felipe II:
a) el día de la muerte del príncipe D. Carlos (1568)
b) el día de la muerte de la reina Isabel de Valois (1568)
c) el día de la muerte de Juan de Austria
d) el día del fallecimiento de Felipe II
Fray José de Sigüenza nos cuenta los últimos meses de existencia del monarca y su obsesión por el perro negro. En un diálogo que mantiene con uno de sus asesores, mientras estaba en La Fresneda (Teruel), pregunta:
- Y el perro negro ha vuelto a presentarse?
- Señor, desde que el padre Villacastín le dio caza y V.M. dispuso que le ahorcasen, no se le ha vuelto a ver en el Monasterio
- Yo le veo y le oigo en todas las partes, sus ladridos me despiertan. Es preciso hacer conjuros para que no vuelva, me causa miedo.
A medida que va avanzando en edad, la salud de Felipe II se iba deteriorando y los ataques de gota se repetían con mayor frecuencia. Llegará un momento en que no pueda firmar debido a la artrosis de su mano derecha. A finales del mes de junio de 1598 Felipe sufrió unas fiebres tercianas que le postraron en la cama, sufriendo dolores tan intensos que no se le podía mover, tocar, lavar o cambiar de ropa. A las cinco de la madrugada del domingo 13 de septiembre de 1598 fallecía Felipe II en el monasterio de El Escorial. Tenía 71 años y su agonía había durado 53 días.
Uno de los lugares más sorprendentes de la visita al Escorial es la Biblioteca, que se sitúa en el segundo piso. Las estanterías de madera de estilo dórico se elevan sobre un zócalo de mármol.
Sorprendentemente, los libros están dispuestos en las estanterías con los lomos hacia adentro, permitiendo así que las hojas se aireen. Esa es al menos la versión oficial porque hay quien ha dicho que es para preservar el contenido mágico de algunos de ellos de las miradas curiosas. Además de su decoración, que parece una capilla sixtina a pequeña escala, la importancia del lugar radica en sus fondos, que incluyen más de 40.000 impresos y unos 2.600 manuscritos de los siglos V al XVIII. Se considera la biblioteca más importante en cuanto a libros de magia, sólo comparable a la de La Sorbona o la del Vaticano. Encontramos también una serie de vitrinas en el centro de la sala en las que se exhiben valiosos códices como un ejemplar miniado de las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, o como obras autógrafas de Santa Teresa de Jesús.
El rey pretendía convertir este lugar en uno de los mayores centros de conocimiento de su época, con una monumental biblioteca y puso a su cargo a uno de los mejores bibliotecarios: el humanista Benito Arias Montano, quien -para quien no lo sepa- formó parte de una extraña sociedad secreta cristiana llamada "La familia de la Caridad" (Familia Charitatis). Según tesis de Rekers, durante su estancia en Amberes, por influjo de Plantino y de otros amigos, se hizo de la secta religiosa de la Familia Charitatis, considerada como heterodoxa, y que basaba su doctrina en la identificación personal con el ser divino. El problema de su pertenencia a esta secta sigue abierto, si bien Montano, hasta el último de sus días, se consideró fiel devoto de la Iglesia Católica.
En 1570, siendo decano de la Facultad de Teología de Lovaina, es llamado por el duque de Alba a fin de establecer un catálogo oficial con el título Index Librorum Prohibitorum que sirvió para la confiscación y destrucción de miles de obras en toda Europa. En 1576, Montano regresa a España, y al año siguiente, por encargo de Felipe II, organiza la Real Biblioteca, catalogando y dividiendo sus fondos. Arias Montano, en los últimos años de su vida, organizó otros dos grupos secretos, uno de ellos en la ciudad de Sevilla. Murió en una propiedad recientemente adquirida, Campo de Flores, el 6 de julio de 1598 a las tres y media de la madrugada. Dos meses después moría Felipe II.
Mucho más habría que señalar sobre los "secretos" de El Escorial, como, por ejemplo, la tradición que ubica en sus subterráneos una de las bocas del mismísimo infierno o el ladrillo de oro que está colocado encima de la cúpula de la basílica como recuerdo de la conquista de América o las bolas que rematan los pararrayos, las cuales están llenas de extrañas reliquias.
martes, 28 de septiembre de 2010
martes, 14 de septiembre de 2010
Quemar las naves y la otra invencible
El rey de Begaya, cuando fue destronado por los españoles, pidió ayuda a Aruch Barbarroja. El pirata, que era natural de Mitilene y educado en la religión católica, había adjurado hacía tiempo de la fe y vagabundeaba por el Mediterráneo asaltando a las naves cristianas. Cuando el rey de Begaya le pidió auxilio, Barbarroja no tardo en acudir y en la batalla que siguió con los españoles, de la que tuvo que batirse en retirada, perdió un brazo. El odio hacia los cristianos y la pérdida de la mano y la contienda acrecentaron su venganza y volvió a Begaya en 1514 a buscar la victoria que antes se le había denegado. Llegaron a la costa, desembarcaron y, para que sus hombres no pudieran retroceder ni batirse en retirada, quemó las naves. Esperaba una lucha encarnizada y la tuvo. Pero volvió a quedar derrotado, perdiendo esta vez en el combate a su hermano Isaac.
La Armada Invencible de Felipe II, que fue a conquistar Inglaterra en 1588, sucumbió no a las dotes de estrategia del pirata Francisco Draco, sino al furor de los vientos y a la fuerte marejada. Este contratiempo, sin embargo, no fue aislado en la historia naval española. Otro suceso que se puede equiparar, aunque de consecuencias menos trágicas, se produjo en el intento de conquistar Argel por Hugo de Moncada. Las escuadras de la flota española que dirigía fondearon frente a la costa cuando una gran tormenta arribó sobre ellas y 23 galeones se fueron a pique. El asalto resultó ser un completo fracaso.
Hugo de Moncada se vió obligado a retirarse a Ibiza con los restos de lo que quedó de su expedición, dejando en las playas de Argel todo el material de sitio que no pudo transportar.
Al año siguiente, 1519, don Hugo de Moncada fue derrotado de nuevo, esta vez en el mar por naves corsarias. Pero en 1520 logró desembarcar en la isla de Yerba y obtuvo la total sumisión del señor de la isla
miércoles, 8 de septiembre de 2010
La real expedición filantrópica de la vacuna
El Rey Carlos IV apoyó y sufragó con fondos públicos al médico de la corte Dr. Balmis en su idea de una vacunación masiva de niños a lo largo del imperio.
Una expedición de carácter filantrópico que dio la vuelta al mundo y duró de 1803 hasta 1814. Su objetivo era en principio que la vacuna de la viruela alcanzase todos los rincones del por entonces Imperio español, ya que la alta mortandad del virus estaba ocasionando la muerte de miles de niños.
La Expedición de la Vacuna (1803-1810) fue la mayor hazaña médica que se realizó en los territorios hispanos (Península y Ultramar). Esta Expedición se enmarca dentro del conjunto de las expediciones ilustradas realizadas por la Corona hispana en los territorios americanos.
La velocidad de tramitación de la burocracia estatal fue inusual. Solamente transcurrieron ocho meses desde que la empresa se gestó (28 de marzo de 1803) hasta que fue iniciada (30 de noviembre de 1803). Esta inmediatez manifiesta la urgencia y la importancia del proyecto sanitario.
Una vez decidida la actividad, el problema radicaba en la financiación y en el equipamiento. La REFV resultó muy costosa por la cantidad de personas que movilizaba y por el cúmulo de intereses económicos creados a su alrededor.
A esto hay que añadir el momento de crisis económica y política nacional e internacional. La propagación de la vacuna solamente generaba gastos, los beneficios en todo caso se verían a largo plazo. El principal gasto fue dotar a la Expedición de un botiquín.
Este estaba compuesto de porciones de lienzo para las vacunaciones, 2.000 pares de vidrios para mantener el fluido vacuno, una máquina pneumática, 4 barómetros y 4 termómetros; 500 ejemplares de la obra de Moreau de la Sarthe traducida por Balmis,para que sirviesen de manual para la difusión de esta práctica médica en los lugares por donde pasase la Expedición
martes, 7 de septiembre de 2010
Bodega y Cuadra
Juan Francisco Bodega de la Cuadra y Mollinedo nació en Lima ciudad el 22 de mayo de 1745. Sus padres fueron Tomas de la Bodega y Cuadra y Francisca de Mollinedo y Losada. A los 17 años de edad viajó a España para completar su formación académica y sentar plaza en la Real Compañía de Caballeros Guardia Marinas, de Cádiz, en 1762. La Real Armada Española se encontraba en su apogeo gracias a la inteligente política naval del rey Carlos III. Juan Francisco Bodega de la Cuadra participó y, posteriormente, lideró, entre 1774 y 1792, las expediciones españolas más importantes a las costas del Pacifico noroeste. Así, pues, en el primero de sus numerosos viajes de exploración, Bodega de la Cuadra fue el primero en explorar, en 1775, el área de la Bahía de San Francisco, donde hoy se encuentra la ciudad norteamericana del mismo nombre. La expedición siguió su derrota hasta las costas del actual estado norteamericano de Washington, donde 300 marinos perdieron la vida en manos de los indios. Bodega y Cuadra continuó con su periplo hasta Sitka, Alaska, comprobando que los rusos no habían llegado hasta ese territorio, que reclamó para España. En 1792 el virrey de México nombró a Bodega y Cuadra comisionado para resolver la disputa anglo – hispana sobre la tierra de Nutka, actualmente la isla Vancouver, Canadá. Su interlocutor fue el capitán inglés George Vancouver. Ambos hombres llegaron a un feliz acuerdo y la isla fue llamada “isla de Bodega y Cuadra”. Nuestro ilustre compatriota dejó testimonio escrito de sus hazañas en su obra “Comento de la navegación y descubrimientos hechos en dos viajes de orden de su Majestad en costa septentrional de California, desde la latitud de 21º y 31’, en el que se halla el puerto de San Blas”. Murió en la Ciudad de México el 26 de marzo de 1794. Un busto en el Callao recuerda al marino peruano más ilustre de la etapa virreinal.
José Solano y Bote
Participó en la Batalla de Toulon (1744), donde la flota española derrotó a la flota británica. Como resultado de su actuación en esa batalla fue ascendido al rango de "Alférez de Fragata". En 1754 fue ascendido al rango de "capitán de Fragata" y enviados a las Américas como un comisario nombrado por el Rey con el objetivo de ayudar con la demarcación de los límites entre España y las tenencias de Portugal.
Durante este cargo Solano pasó siete años viajando por el río Orinoco y sus afluentes, así como hacer varios viajes a Bogotá en busca de financiación adicional del virrey para apoyar sus esfuerzos.
Por su papel en la Batalla de Pensacola, donde acudio en ayuda del gobernador de la Louisiana, Bernardo de Gálvez, en marzo de 1781, Solano fue ascendido a teniente general en 1782.
En agosto de 1796 destruyó los arsenales ingleses en las ensenadas de Bull y Chateaux, arraso las islas de Saint Pierre y Miquelón, y hundió más de un centenar de buques mercantes británicos.
Su muerte fue reconocida a nivel nacional, y el rey Carlos IV de España levantó la prohibición de rendir honores fúnebres en la residencia del monarca, un reconocimiento muy especial. Fue sepultado en una capilla del convento del Carmen Descalzo de la villa y Corte en Madrid. La ceremonia fue de gran importancia
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