viernes, 26 de diciembre de 2008
Curiosidades de los tercios
Las largas campañas de los Tercios por diferentes países a través del Camino Español y la rápida evolución de armamento y técnicas de combate que se vivieron en esa época, trajo consigo la incorporación a nuestro vocabulario de numerosas palabras nuevas. Muchas eran de origen italiano como centinela, escopeta, alerta, infantería… Otras tantas de origen francés como sargento, vanguardia, retaguardia… Y otras muchas fueron de cuño propio y nacieron en medio de batallas, en acuartelamientos o celebraciones conformando así un argot particular de los Tercios y dejándonos, como herencia, muchas de esas palabras.
Primero explicar el porqué a la infantería española se le llamaba y sigue llamando, Tercio. Aunque el origen de esta denominación es algo dudoso, su procedencia más probable es la mención que aparece en una ordenanza para “gente de guerra” de 1497 donde se cambia la formación de la infantería para dividirla en tercios:
“Repartiéronse los peones(la infantería) en tres partes. El uno, tercio con lanzas, como los alemanes las traían, que llamaron picas; y el otro tenía nombre de escudados(gente de espadas); y el otro, de ballesteros y espingarderos”
Con el tiempo los ballesteros y espingarderos serían sustituidos por los arcabuceros.
Otras palabras no tienen un origen tan dudoso y nos son mucho más cercanas como camarada. Su origen viene de cuando los tercios tenían que prolongar su estancia en algún lugar. Entonces se reunían en grupos de ocho o diez para hacer camarada o camareta.Así lo explica un documento de la época.
“Hacen la camarada, esto es, se unen ocho o diez para vivir juntos dándose entre ellos la fe (juramento) de sustentarse en la necesidad y en la enfermedad como hermanos. Ponen en esta camarada las pagas reunidas proveyendo primero a su vivir y después se van vistiendo con el mismo tenor, el cual da satisfacción y lustre a toda la compañía.”
Sin duda que estas camaradas fueron un factor importante de cohesión interna y uno de los secretos de la fuerza de los Tercios.
También el armamento recibía apelativos especiales como la cinta que llevaban en bandolera donde transportaban saquitos con doce porciones de pólvora y a la que llamaban Los Doce Apóstoles, supongo que por la protección que les ofrecía.
También a su daga la llamaban Quitapenas o Misericordia pues era lo que normalmente utilizaban para dar el golpe de gracia. Y es que para un soldado del tercio, la daga era el complemento indispensable para la espada. La llevaban en la espalda a la altura de los riñones para poder sacarla con rapidez y además la habilidad de los españoles en su manejo era legendaria. Así lo explicaba un Francés que imagino tuvo la desgracia de probarlo.
Se baten espada en mano, no retroceden jamas; paran el golpe con el puñal que llevan siempre y cuando hacen con él el gesto de tirar al cuerpo debéis desconfiar de la cuchillada; y cuando os amenazan con la cuchillada , debéis creer que quieren alcanzaros el cuerpo[...] Son temibles con la espada en la mano a causa de sus puñales. He visto varias veces a tres o cuatro españoles hacer huir a varios extranjeros y echarlos por delante de ellos como a un rebaño de corderos.
También en los campos de batalla nació alguna expresión que ha perdurado hasta nuestros días como la de Dejar en la estacada. Recibía el nombre de estacada los obstáculos hechos con estacas afiladas que se colocaban para impedir el avance sobre las líneas enemigas. Es fácil imaginar lo que suponía dejar a alguien abandonado en una estacada.
Pero en los Tercios no todo era marcialidad y peleas, algunas veces también había sexo. Así lo decía la ordenanza.
Es preferible que no haya hombres casados, pero de permitirse, para evitar mayores inconvenientes, que haya por cada cien soldados ocho mujeres, y que estas sean comunes a todos.
Por este motivo nació en los Tercios el término de Mujer privada, aquella que estaba casada y acompañaba a su marido soldado, para diferenciarlas de las mujeres públicas. De todos modos, había que tener cuidado con quien te lo hacías pues las enfermedades venéreas estaban a la orden del día y no era raro que salieran molestos tumores en los genitales que los soldados llamaban incordios.
También y aunque estaba penado con la muerte y normalmente la hoguera (ya que ese delito lo juzgaba la inquisición) existía la homosexualidad. A aquellos que practicaban la sodomía se les denominaba bujarrón, término despectivo que se sigue usando hoy en día.
Otro término peyorativo que aún se usa es el de chusma aunque en tiempo de los Tercios la chusma eran los prisioneros condenados a apalear sardinas (a remar) en galeras.
Rafaela Herrera
Julio de 1762
Esta historia transcurrió en el fuerte El Castillo de la Inmaculada Concepción de María, un punto clave que defendía la ciudad colonial de Granada en la actual Nicaragua, estratégico por constituirse en la salida al Océano Pacífico.
El nombre de Rafaela Herrera en Nicaragua es símbolo de valentía y audacia femenina, de hecho se le considera un referente nacional. Su historia es digna de ser conocida. El 29 de julio de 1762 se libra una desigual lucha, entre una fuerza de filibusteros ingleses, con más de cincuenta barcos y dos mil hombres enviados desde Jamaica, contra un fuerte ubicado en el río San Juan, defendido por unos cuantos hombres al mando del capitán José Herrera y Sotomayor, quien durante el cerco de los británicos fallece, dejando en la orfandad no sólo a sus hijos, sino a sus subalternos. En ese momento, la figura de Rafaela, una muchacha de apenas diecinueve años, alcanza su grandeza, superando la pérdida de su padre, toma el mando del fuerte, abofetea a un soldado quien demuestra temor, arrebata el cañón que manipulaba un teniente, dispara y logra no sólo infringir graves bajas al enemigo, sino infundir valor a la tropa que ya la respeta como comandante.
El cerco sin embargo se mantiene, los ingleses envían un mensajero con un ultimátum, respetarán la vida de quienes se entreguen. Sin embargo, Rafaela pronuncia una frase clave: "Que los cobardes se rindan y que los valientes se queden a morir conmigo". Nadie se entrega, la batalla prosigue y los castellanos siguen disparando a los barcos invasores, diezmando la flota filibustera, Rafaela ordena enviar sábanas empapadas en alcohol sobre ramas flotantes, creando una barrera de fuego, esta inesperada acción unida a las bajas en la tropa inglesa, deciden finalmente su retirada. Se dice que en la expedición británica se hallaba un joven marino llamado Horacio Nelson.
Rafaela Herrera nació en Cartagena de Indias un 6 de agosto de 1742. Su experiencia en el mundo de la defensa tras las murallas las había adquirido en aquella ciudad, de la mano de su padre, oficial experto en el manejo de fuertes. Rafaela era hija natural, pues era fruto de la unión fugaz del castellano Herrera con una bella mulata que murió luego del parto.
Por ello, Rafaela creció en medio del fragor de las batallas. Once años más tarde viajó a la ciudad nicaragüense de Granada, pues su padre había sido trasladado por las autoridades españolas para hacerse cargo del Fuerte del Castillo. Luego de su gesta heroica, la leyenda relata que a Rafaela se le otorgó una modesta pensión y murió pobre criando cerdos.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Ingenieros Militares Españoles
Casi todos los elementos empleados en su construcción fueron fabricados en sitio. Desde la piedra y la argamasa hasta las cureñas de los cañones. Toda la obra de ingeniería y construcción de los fuertes hispanos estaba dirigida por los ingenieros militares españoles que a partir del siglo XVIII pasaron a constituir el cuerpo de Ingenieros del Rey.
España, si bien atrasada en investigación científica básica, no lo estaba en ingeniería militar. El desafío de la colonización americana y las necesidades tantos civiles como militares que ellas demandaban, así como también la permanente lucha contra sus enemigos Europeos, hicieron que la tecnología militar fuera estudiada científicamente en España.
El arte de diseñar las estructuras de piedra, llamado estereotomía, era establecido en numerosas publicaciones de la época. De la misma manera se describían las proporciones precisas para construir fuertes, para fundir cañones y dispararlos, como así también cada una de las tecnologías civiles y militares de la época. Todo se realizaba con el auxilio de planos de gran destreza técnica y habilidad artística. Además se recurría al auxilio de la matemática geométrica y algebraica de la época, adaptada al arte bélico.
Cálculos
En 1583 el Emperador Felipe II funda en Madrid la Academia de Matemáticas bajo cuyo alero destacarían los mas grandes genios de la teoría militar de su tiempo, tales como: Cristóbal de Rojas (1555-1614), autor de la Teoría y Práctica de la Fortificación, considerado como el más insigne ingeniero militar de la época; Bernardino de Mendoza, autor de Teoría y Práctica de la Guerra (1595) que fuera traducida al alemán, francés, italiano e inglés; y el matemático Pedro Ambrosio de Onderiz, quien tradujo al castellano La Perspectiva Especularia de Euclides y quien redactó un tratado llamado Uso de Globos. En América los Ingenieros Militares realizaron muchas obras, algunas realmente espectaculares. Destacan entre ellas los acueductos mexicanos de Zempoala, Querétano y Xalpa, las presas de contrafuerte y muchas otras. Incluso estudiaron el desarrollo de canales interoceánicos en Nicaragua y en Panamá, siglos antes que tal idea fuera finalmente realizada
viernes, 19 de diciembre de 2008
Cristianismo en Japón
El misionero jesuita Francisco Javier llegó a Kagoshima en agosto de 1549. Las actividades de los misioneros jesuitas estuvieron centradas en Kyushu, la parte más al sur de las cuatro islas principales de Japón; hacia 1579, seis daimyo (señores militares regionales) se convirtieron al cristianismo y el número de cristianos en el país llegó a alrededor de 100.000. Los esfuerzos de los jesuitas fueron vistos con benevolencia por el líder militar Oda Nobunaga, y también por el señor Toyotomi Hideyoshi, al menos en un principio. Sin embargo, quizá como reacción a su creciente influencia en Kyushu, Hideyoshi se revolvió después contra los cristianos e hizo que crucificaran a 26 en Nagasaki, en 1597. Asimismo, una vez que se convirtió en el regidor de facto de Japón, en 1600, Tokugawa Ieyasu toleró la actividad misionera, pero en 1614, el gobierno Tokugawa proscribió el cristianismo y expulsó del país a los misioneros. En ese momento había más de 300.000 japoneses cristianos. Se estima que alrededor de 3.000 fueron ejecutados y un gran número renunció a su fe como resultado de la persecución. Muchos otros disfrazaron sus creencias y continuaron practicando el cristianismo en la clandestinidad.
Después de que Japón abandonara su política de aislamiento, los misioneros extranjeros regresaron en 1859 al país, aunque hasta 1873 no pudieron realizar sus actividades de evangelización abiertamente. Durante este periodo, volvieron a mostrarse los más de 30.000 cristianos "escondidos", que pertenecían a aquellos grupos que habían mantenido su culto en la clandestinidad durante los más de 200 años de persecución
Tanto los misioneros católicos como los protestantes se mantuvieron activos durante este tiempo y, aunque el número de conversos era relativamente pequeño, los cristianos fueron muy influyentes en la educación y en el movimiento del sindicato de comercio
Taiwan
El interés de la corona de Castilla por llegar a las Indias y poder explotar y beneficiarse del suculento negocio de las especies llevó a los españoles a explorar y colonizar diversas islas del Pacífico. Las más importantes fueron, sin duda, las islas Filipinas que servirían de base para la expansión española por Asia. Desde allí se comerció con China, Indonesia, Siam, las Molucas y Japón, se intentó la expansión militar por Camboya y China y desde allí se controlaron diversas islas del Pacífico entre las que destacan las Marianas y Carolinas.
Sin duda una de las relaciones comerciales más importantes fue la que se estableció con China y Japón. Pero para llegar allí había que pasar cerca de una gran isla cuya posición era estratégica, la isla de Formosa (actual Taiwan). De ello se dieron cuenta enseguida los holandeses y un poco más tarde los españoles. Fue el comienzo del intento español por colonizar Formosa.
Los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a Taiwan en 1582, isla que bautizaron con el nombre de Formosa. Sin embargo serían los holandeses los primeros en colonizar la isla estableciéndose allí en 1625 en la zona sur desde donde pretendían centrar su expansión por Asia. Formosa como base holandesa pasó a ser entonces una amenaza para los intereses de España pues los holandeses se habían convertido en un hostil competidor comercial. El mismo año de 1625 don Fernando de Silva, gobernador de Filipinas, comunicaba al rey Felipe IV la importancia de Formosa para la defensa de Filipinas con lo que se inicía en la práctica la intervención española en la isla.
Pero además de los intereses comerciales, los españoles pretendían llevar a cabo una fuerte labor evangelizadora en la zona (también en competencia con Holanda), sobre todo en China y Japón. Formosa era el perfecto puente de lanzamiento hacia ambas. De hecho, a la solicitud de intervención del gobernador de Filipinas pronto se unió la del dominico Fray Bartolomé Martínez que había llegado allí previamente junto con otros tres frailes con fines evangelizadores.
Finalmente se organizó una expedición que quedó al mando de don Antonio Carreño Valdés. Esta expedición se dirigió la zona noreste de Taiwan para evitar los asentamientos holandeses llegando a la isla el 7 de mayo de 1626. Allí se estableció el primer puerto español que fue llamado La Santísima Trinidad y donde actualmente se sitúa la localidad de Keelung. Para defender este puerto se construyó un fuerte llamado de San Salvador. Poco después de creó un nuevo asentamiento en la localidad de Tamsui donde se edificó otro fuerte llamado Santo Domingo.
Desde ese momento los españoles y los holandeses intentaron expulsarse mutuamente de la isla pero no tuvieron éxito, así que ambas potencias tuvieron que coexistir en Taiwan, los españoles en el norte y los holandeses en el sur.
Una vez establecidos comenzó a desarrollarse una importante labor evangelizadora y comercial en la isla. Respecto a la primera en un principio los españoles fueron cuidadosos en la conversión de los aborígenes pero poco a poco esta labor empezó a realizarse de forma más agresiva (según cuentan las fuentes se llegaron a convertir a 1000 indígenas). En cuanto al desarrollo del comercio, en seguida los españoles fueron transfiriendo a Taiwan algunas de las actividades comerciales que antes realizaban en Manila. Keelung pasó a convertirse en la escala entre China y Filipinas.
Sin embargo este planteamiento se vió pronto obstaculizado por numerosos problemas como fueron los constantes tifones, los enfrentamientos con los aborígenes y holandeses o la presencia de numerosas enfermedades como la malaria. Todo ello fue debilitando la posición española que fue poco a poco reduciendo su presencia en la isla hasta culminar con el abandono de Tamsui en 1638 en un intento por fortalecer su base comercial en Keelung. Viendo este signo de debilidad como una oportunidad, una flota holandesa avanzó hacia el norte en 1642 y se apoderó de Keelung, poniendo fin a la presencia española en la parte norte de Taiwan.
Poco tiempo después, en 1662, fueron expulsados también los holandeses por un ejército chino al mando del pirata Koxingo.
jueves, 11 de diciembre de 2008
La ciudad de Angkor
Los españoles desvelaron hace unos 400 años la belleza y majestuosidad de la legendaria ciudad de Angkor, la joya arquitectónica del antiguo imperio jemer y candidata a convertirse en julio en una de las "Siete Maravillas del Mundo".
Angkor, y todo lujo de detalles acerca de su aspecto, figuraba en textos escritos en castellano, cuando a mediados del siglo XIX en Occidente se supo de su existencia y Francia reivindicó su descubrimiento a raíz de la visita que por aquella época realizó el explorador galo Henri Mouhot a esas ya ruinas recubiertas por la espesa vegetación de la jungla que tapizaba la región del noroeste de Camboya.
Los primeros europeos que describieron la grandeza de la ciudad imperial, de sus templos y de otros edificios, fueron los frailes españoles Gabriel Quiroga de San Antonio y Diego Aduarte, al narrar a principios del siglo XVII en cartas dirigidas al rey Felipe III las experiencias vividas en Camboya por aventureros españoles llegados a ese reino a finales del XVI en busca de fortuna y nuevos territorios para la Corona de España.
El paso de los españoles por Camboya, cuando los reyes jemeres y su corte hacía dos siglos que habían abandonado Angkor, también lo reflejaron en sus escritos el funcionario Antonio de Morga, destinado en la antigua colonia de Filipinas, y los historiadores Bartolomé Leonardo de Argensola y Alonso de Sandoval, además de los religiosos Marcelo de Ribadeneira y Domingo Fernández Navarrete.
«Empezamos a encontrar de forma sistemática descripciones cuando los autores españoles relatan la intervención de sus compatriotas en Camboya», señaló el fallecido historiador franco-camboyano Bernard Philippe Groslier, en su estudio sobre las fuentes españolas y portuguesas que aportan importantes datos acerca del país indochino y de su sociedad durante los siglos XVI y XVII.
La leyenda surgida en torno a Angkor, fundada en el siglo VII por Jayavarman II y saqueada por los siameses en 1431, cuando la ciudad se hallaba en plena decadencia, inspiró incluso algunos versos del insigne poeta culterano español Luis de Góngora, y se dice que sirvió de base para uno de los episodios del Quijote, de Miguel de Cervantes.
Pero en España, donde ni en aquella época ni después ha existido un genuino interés por Extremo Oriente, pese a que durante más de 300 años gobernó Filipinas, los relatos españoles sobre lo que sucedió en Camboya entre 1596 y 1599 fueron rápidamente olvidados, con lo que así quedó enterrado el fracaso del aquel intento expansionista en Asia.
Movidos por afanes de riqueza y de poder, y contando con el apoyo de frailes determinados a propagar la fe católica, varios cientos de españoles capitaneados por el manchego Blas Ruíz y el portugués Diogo Veloso, protagonizaron durante aquellos años uno de los episodios más singulares de la historia de Camboya.
Ruíz, nacido en La Calzada, cerca de Ciudad Real, no tenía más de 23 años cuando, con Veloso, un mercenario cuarentón natural de Amarante, convenció al gobernador de las Filipinas para que organizase una expedición militar a Camboya, país que los dos aventureros conocían por haber vivido allí el tiempo suficiente para granjearse la confianza del rey Satha, en el Trono desde 1576, según los estudios realizados por los expertos. Las andanzas de Ruíz, Veloso y de sus hombres concluyeron en 1599 con la matanza de casi todos los españoles que a lo largo de dos años influyeron en la decisiones del rey de Camboya y ocuparon puestos de responsabilidad en la corte camboyana. «Con las muertes de Ruiz y Veloso terminó una etapa que estuvo a punto de convertir Camboya en una colonia española», señaló Groslier en su estudio.
A los historiadores les sorprende que inscripciones y documentos hallados en Camboya, donde hasta hace poco se seguía la pauta oriental de la indiferencia hacia la historia, recojan las aventuras de Ruíz y Veloso, a quienes presentan como «hijos adoptivos de Satha». En recuerdo de los españoles un grupo de camboyanos levantó hacia 1940, en la salida de Neak Luong, ubicada en la carretera que une Phnom Penh con la frontera vietnamita y uno de los pueblos que más sufrieron el efecto de los bombardeos durante la guerra con Estados Unidos, un sencillo monumento en honor de aquellos aventureros capitaneados por Ruíz y Veloso.
http://omarhavana.files.wordpress.com/2010/10/busto-de-diogo-veloso.jpg
Suscribirse a:
Entradas (Atom)