El Virrey de Perú Ambrosio O’Higgins, de origen irlandés pero al servicio de la Corona española, dispuso de un toque de queda a partir de las 10 de la noche con tal de erradicar los escándalos nocturnos. Todo aquel que circulase por la calle a partir de esa hora tendría que ser arrestado y llevado al calabozo. Para ello se formó cinco guardias con un Capitán al mando de cada una.
Las órdenes del Virrey eran muy claras:

La primera noche quiso comprobar la efectividad del servicio y salió a pasear. Se cruzó con cuatro guardias que tras reconocer al Virrey lo dejaban continuar con su paseo pero al toparse con la quinta fue parado y arrestado.
Al día siguiente se le preguntó al Capitán al mando de la guardia que condujo al Virrey hasta el calabozo del porqué no lo dejó marchar como hicieron sus compañeros y él contestó:
«La ley es la ley y yo cumplía órdenes. El Virrey dijo que a la cárcel todo ser viviente que anduviese por la calle a partir de las diez»
Los cuatro capitanes que por respeto no lo habían arrestado quedaron destituidos. La quinta ronda obtuvo un reconocimiento por su meritoria labor.
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